El presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha elevado significativamente la tensión en sus relaciones con Estados Unidos al advertir que, en caso de una agresión, “pasaría inmediatamente al período de lucha armada”, declarando constitucionalmente una “República en armas”. Estas afirmaciones surgieron en una rueda de prensa este 1º de septiembre, en la que denunció la presencia de hasta ocho buques de guerra con 1.200 misiles y un submarino nuclear operando cerca de aguas venezolanas.

Maduro calificó este despliegue como “la más grande amenaza en nuestro continente en los últimos 100 años”, comparando la situación con la crisis de los misiles en Cuba de 1962. En respuesta, anunció una estrategia de "máxima preparación", que incluye diplomacia y una etapa defensiva acompañada de movilización masiva de reservistas y milicianos.

El canciller Yván Gil, al presentar el caso ante la CELAC, señaló que serían 4.200 tropas estadounidenses listas para invadir el país, y solicitó el retiro inmediato de los activos militares desplegados. Maduro también acusó a EE.UU. de generar una narrativa falsa sobre la lucha contra el narcotráfico, argumentando que esto es apenas un pretexto para subsidiar una intervención.

Las tensiones no son unívocas: mientras Maduro denuncia una posible agresión directa, Estados Unidos mantiene que su despliegue —incluyendo destructores Aegis, tropas y equipos especializados— tiene carácter antinarcóticos, sin emitir señales concretas de invasión.

Expertos consideran que, aunque el despliegue es significativo —incluyendo misiles avanzados y buques capaces de proyección de poder— su naturaleza parece más disuasiva que ofensiva, destinada a presionar políticamente al régimen de Maduro sin iniciar un conflicto abierto.